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sábado, 30 de enero de 2016

Reseña de: La octava víctima

Título original: The Maul and the Pear Tree
Autor: P.D. James y T.A. Critchley
Traducción: Esteban Rimbau
Libro: Autoconclusivo
Formato: Tapa blanda con solapas
Páginas: 310
Género: No ficción, Misterio, Histórica


Sinopsis: A comienzos del siglo XIX un crimen consternó a la sociedad londinense: dos familias que regentaban sendos comercios en una zona popular de la ciudad fueron masacradas con saña y sin dejar ninguna pista que condujera al autor de los hechos. El terror que generaron ambos casos y la presión de los responsables políticos por resolverlos se tradujeron en una sucesión de pesquisas apresuradas y en medidas legales chapuceras, que culminaron con el suicidio de un inocente acusado de los crímenes. La histeria que se apoderó de la ciudadanía y las autoridades fue tal que incluso se llegó a organizar una procesión con el cadáver del suicida -al que todos juzgaron a priori como culpable de los hechos- hasta un lugar indeterminado en que fue enterrado de forma anónima. Ésta es la historia novelada de un suceso que todavía hoy remueve la conciencia de los británicos.
Decidí atacar las reseñas pendientes de mis lecturas más recientes a las más viejas, porque a estas alturas del retraso ya da igual. Y La octava víctima fue lo último que acabé de leer.
Como dice la sinopsis, se trata sobre la investigación sobre unos asesinatos en Londres de 1811. En la introducción nos dice que en la época no había nada ni remotamente cercano a un cuerpo de policía y que a pesar de todo en Inglaterra los asesinatos no eran una cosa frecuente, lo que explica el grado de locura que se apoderó de los ciudadanos de Rattcliffe Highway. Ya no me acuerdo bien de las fechas, pero creo que pasaron como setenta años entre estos asesinatos y la aparición del famosísimo Jack el Destripador, hasta ese momento las personas se contaban esta historia para asustarse. Y tengo entendido que pasó a formar parte de los mitos de Londres.
El crimen en cuestión fue la matanza a golpes de un par de familias, incluyendo a un bebé de pocos meses y a unos viejitos. Ambas familias propietarias de comercios estables, conocidos por ser buenas personas -aunque una vez muerto, todo el mundo habla bien de ti-, sin vicios y todas esas cosas bonitas que buscas en un vecino. Se imaginarán lo que le puede hacer a una comunidad saber que hay alguien dispuesto a moler a golpes a un bebé e irse sin haber robado la caja del dinero.