Traducción: Carmen Criado Fernández
Género: Juvenil
Sinopsis: Las peripecias del adolescente Holden Caulfield en una Nueva
York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo
el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, muy lejos de la visión
almibarada de la adolescencia que imperó hasta entonces, Holden nos desvela la
realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de
una familia tradicional, a la experiencia de la sexualidad más allá del mero
deseo.
Este es uno de esos libros que todos los niños americanos tienen que leer porque está en su plan de estudios, en parte porque trata sobre ellos, pero más porque es uno de los clásicos de la literatura. Como tal, se supone que todos deberíamos tener una opinión sobre él. Hoy, después de más de veinte años de existencia, al fin puedo tener mi opinión personal.
Sobre los personajes. El protagonista
es Holden, un chico de 15 años (si recuerdo bien) que está en medio de la
batalla contra la adolescencia. Es el típico chico malo de los cincuentas, va mal
en el colegio y no le interesa graduarse algún día, bebe alcohol y fuma como si
su vida dependiera de ello. Pero en el fondo no es malo, y supongo que por eso
hacen que los niños lo lean.
En sí es un personaje muy sencillo, porque no tiene matices en su personalidad, pero es una buena representación de lo que se espera que enfrente un adolescente normal. A pesar de todo no sentí mucha empatía por él y eso le quitó puntos de diversión, también hay que tomar en cuenta que ya no cuento como adolescente...
En sí es un personaje muy sencillo, porque no tiene matices en su personalidad, pero es una buena representación de lo que se espera que enfrente un adolescente normal. A pesar de todo no sentí mucha empatía por él y eso le quitó puntos de diversión, también hay que tomar en cuenta que ya no cuento como adolescente...
Podría decirse que los demás personajes son ocasionales, de ellos los
que tienen un papel más importante son sus hermanitos, Phoebe y Allie; sus compañeros
de dormitorio, Stradler y Akley; y un par de chicas, Jean y Sally. A todos los
conocemos según la experiencia de Holden, que está ocupado con su propia
cabeza, por lo que en realidad no nos cuenta mucho.
Yo los tomé como los complementos para experimentar la mentalidad de Holden. Phoebe era la persona sincera y sencilla con la que puede contar para que lo escuchen. Allie era algo así como su visión de una niñez buena. Stradler el prototipo de muchacho del colegio que él veía por todas partes. Akley era la otra cara de la moneda de Stradler. Sally era la contraparte femenina de Stradler y Jean la oposición de Sally.
Yo los tomé como los complementos para experimentar la mentalidad de Holden. Phoebe era la persona sincera y sencilla con la que puede contar para que lo escuchen. Allie era algo así como su visión de una niñez buena. Stradler el prototipo de muchacho del colegio que él veía por todas partes. Akley era la otra cara de la moneda de Stradler. Sally era la contraparte femenina de Stradler y Jean la oposición de Sally.
Sobre la trama. Es básicamente
un periodo de la vida de Holden. El libro está narrado por él y el único pero
que le pongo es el vocabulario que usa. Como es obvio, Holden no se complica con
las palabras, ni con la redacción. Al principio es gracioso ver tantas
muletillas juntas, porque se entiende que es el reflejo del carácter del
personaje, pero a la larga cansa un poco.
Hubo un momento en el que sentía como si mi mente estuviera bamboleándose de frase a frase, según le tocara a la expresión. En parte es culpa de la persona que tuvo el libro antes que yo – lo tomé prestado en la biblioteca –, porque decidió señalar en las páginas las repeticiones. Por ejemplo, cada vez que Holden decía “ni nada” lo encerró entre corchetes, a “todo eso” le ponía un punto debajo o junto a la línea y a “algo así” un par de rayas al final. Eso y la mezcla rarita de tiempos de narración.
Hubo un momento en el que sentía como si mi mente estuviera bamboleándose de frase a frase, según le tocara a la expresión. En parte es culpa de la persona que tuvo el libro antes que yo – lo tomé prestado en la biblioteca –, porque decidió señalar en las páginas las repeticiones. Por ejemplo, cada vez que Holden decía “ni nada” lo encerró entre corchetes, a “todo eso” le ponía un punto debajo o junto a la línea y a “algo así” un par de rayas al final. Eso y la mezcla rarita de tiempos de narración.
Fuera de eso fue entretenida, se me hizo natural la forma en que Holden
pasaba de una cosa a otra en su narración, además de las situaciones que
presenta. Ocurrieron las cosas necesarias para que conociéramos las “facetas”
de su mentalidad y aún el final repentino tuvo coherencia con lo que nos
presentó a lo largo de la novela.
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